Cuando ya tienen el suelo, el primer taller se llama ‘Taller de sueños’. Con rotuladores de colores escriben en papeles pequeños sus sueños. Un sueño por papel. Una canasta de baloncesto en el patio. Una pared para hacer cine de verano. Un edificio muy eficiente energéticamente. Muchos lugares para interaccionar con las vecinas y vecinos. Un edificio austero. Autosuficiente. Bonito. Agradable. Que no sobresalga. Un edificio que permita la interacción con el barrio. Un quincho para hacer una parrilla. Una piscina en el patio. Plantas. Muchas plantas. Un espacio donde quepamos todas juntas para comer. Si no hay piscina, por lo menos una manguera para mojarnos en verano. Que se pueda mantener con tecnologías que sean sencillas. Materiales ecológicos. Interacción con el exterior (otra vez). Ajustarnos al presupuesto que tenemos.
No ocurrió desde el principio, fue un proceso lento, pausado, a distintos ritmos. Pero, al final, todas, todos, ya no decían “mi sueño” sino “nuestro sueño”.
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